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El poder de la intuición es más poderoso de lo que imaginamos.

Salí de la casa de mi amigo Abraham a las 11 de la noche. Fui a verlo en un acto de rescate humano ante una pandemia que nos exige hacer cambios tremendos en nuestro trabajo y en nuestra vida diaria.

Era una noche tranquila; sin embargo, podía llover en cualquier instante. Tomé mi camino hacia casa como lo he hecho cientos de veces. No es la primera vez que monto en bicicleta tan tarde. Los grupos de ciclistas urbanos se congregan en las noches y hacen suyas las calles en la madrugada.

Estoy acostumbrado a sentirme más seguro en la bici que en cualquier otro transporte a esa hora de la noche.

Aunque el sentido común y la mayoría de las personas piensa que es más fácil y seguro manejar una bici de día por la ciudad de México; la experiencia y mi forma de conducción me demostraron siempre lo contrario. Montar de noche te permite ir más rápido, entre menos coches, es más fluido el viaje, y además te pide y te exige una concentración absoluta en el aquí y ahora.

Desde que descubrí la meditación, me encanta meditar en mi bici, es algo obligatorio si quieres manejar a gran velocidad.

Pienso que la vida es igual, para surfear a gran velocidad los retos necesitas estar aquí y ahora con toda tu atención en el momento presente.

Tengo una amplia experiencia en el ciclismo urbano, fui bicimensajero por 1 año y recorría 80 kilómetros de puro tráfico todos los días, por supuesto aprendí bastantes cosas sobre andar en bicicleta. La cuestión es que ni toda la experiencia del mundo puede sustituir la intuición, pues cuando no hay mente suceden cosas extraordinarias. Así llamaría a mi experiencia: extraordinaria.

Salí de casa de Abraham a las 11 de la noche, cerca de las 11:15 estaba recorriendo eje central con toda la concentración posible, iba velozmente, supongo unos 20 km/h, algo por el estilo, a esa hora casi no hay semáforos funcionando y no hay trolebuses, si acaso 1 o 2. Todo fluía, no sentí nada raro.

La acción comenzó unas cuadras antes de llegar al cruce de eje 3 Sur Baja California. Noté una sombra en la orilla del carril del trolebús, justo donde están las vallas amarillas, no es raro ver gente ahí cruzando o motocicletas que se orillan en ese pequeño espacio, pero espera, ¿A las 11 y media de la noche?

Iba rápido, sólo alcancé a ver la sombra, al irme acercando distinguí una motoneta con dos sujetos en ella, realmente no es nada raro, he visto una familia entera en una motoneta.

Ahí fue cuando comenzó la experiencia, yo siempre he sido un poco nervioso, si planeo hacer una maldad a algún automóvil o pegarle a un espejo porque se me metió un coche, pues me sale todo mal, me pongo torpe y falló. Así soy, es mi naturaleza ponerme un poco nervioso ante los retos, más cuando tengo que reaccionar así de rápido ante algo imprevisto.

Cuento todo esto porque justo cuando más me acercaba a estos sujeto, algo en mí se activó, no tuve tiempo ni de pensar, todo lo que hice en ese momento no pasó por el filtro de mi mente, nunca pensé “esos dos sujetos están muy sospechosos, me van a asaltar”, sí tengo esos pensamiento en otras ocasiones, pero esta vez fue todo tan rápido, no pensé, no hubo mente, ni análisis ni nada, sólo frené a tiempo, me asomé para que me pudiera cruzar eje central sin ser atropellado y lanzarme en sentido contrario, fue como si algo condujera por mí, como si me sacaran del peligro inmediatamente, como si me tomaran con una “garra” mecánica y me cambiara de lugar.

Después de casi una semana del incidente, analizándolo con Ram Dharam Kaur la situación, es evidente que mi intuición fue la que me dió la orden de frenar, mi cerebro sólo calculó la vuelta, los coches, lo necesario para salir de ahí; mi cuerpo se llenó de energía y reaccionó, di una vuelta perfecta, crucé eje central y en 2 segundos estaba salvo. Esto que me pasó lo llaman “coherencia”: mi Ser superior, con su infinita sabiduría, me comunicó a través de mi intuición que estaba en peligro, mi corazón fue el primer órgano receptor de la información y lanzó una serie de emociones que detonar químicos en mi cuerpo, al mismo tiempo que mandaba mensajes a mi cerebro de alerta; mi cerebro, como estaba montando en bicicleta, no estaba usando la mente, no estaba pensando en prácticamente nada, por lo que tuvo el espacio y capacidad para entender el mensaje y transmitirlo a mi cuerpo, que también ya estaba recibiendo los químicos que las emociones que mi corazón produjo.

Todo esto empezó en el corazón, este órgano fue el detonante de una serie de químicos, mensajes, respuestas y reacciones que me pusieron a salvo en 2 segundos.

No sé qué hubiera pasado si no hubiera frenado y me acerco más a la moto, no sé si me iban a asaltar, si me iban a quitar la bici, si me iban a golpear. No pude averiguarlo, pero no porque no quisiera o fuera muy inteligente o vivo o joven, no, fui mi intuición, fue algo que me dirigió, fue una fuerza superior a mí que me protegió, que me hizo darle vuelta.

Y lo que sentí cuando el sujeto que iba atrás de la motoneta me miró fijamente nunca lo voy a olvidar, fue una sensación de “ta salvaste por un pelo” y su mirada fue de  “maldito suertudo barbón”. 

Gracias a la Diosa, a Dios, a mi Ser superior, a todos los arcángeles que me cuidaron y sé que todo es perfecto y atravesé esta situación para poder compartir con ustedes mi experiencia. La intuición es lo más importante en estos tiempos, la mente no alcanza a calcular lo que va a pasar, más en estos momentos en los que la humanidad está en un cambio radical, un punto de quiebre en el que los paradigmas que por tantos años fueron la base de nuestro existir, cambiarán y todo cambiará. Seamos el cambio, no la resistencia.

Sat Nam

Rama Dharam Singh 

Ciudad de México, julio 2020